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Restaurante Nabucco

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El otro día mi hermana Eugenia -la pequeñina- me cogió por banda para que le acompañara a hacer unas compras porque iba a ser el cumpleaños de Rubén, su novio, y quería comprarle un regalo. Ella tenía la mañana libre, yo también y como sabe que lo del shopping me encanta, aunque ni siquiera sea para mi, me propuso hacer una jornada de compritas y me apunté sin pensarlo dos veces.

Como mi hermana Eugenia y yo nos llevamos la friolera de 15 años, ella me introduce en mundos que yo ni siquiera sé que existen. Cuando salgo de compras con ella suelo llegar a casa habiendo comprado unas cosas ideales y por la mitad de precio de lo que me clavan en las tiendas que normalmente frecuento. Un chollo.

Pues estuvimos por los alrededores de Alonso Martínez que es por donde andan ahora las tiendas de tendencia adaptada a los tiempos en estilo y precios.

Después de patear como posesas llegaba la hora de tomar algo de comida y, mire Vd. por dónde, pasábamos justo enfrente del restaurante Nabucco (Hortaleza 108).

Nabuco me traía recuerdos de sus ricas pizzas  e impecable pasta que tomábamos alguna vez cuando, hace miles de años, yo trabajaba en el extinto Banco Hipotecario. en la Plaza de Alonso Martínez.

Ni cortas ni perezosas -y sobre todo cansadas y hambrientas- entramos en el restaurante con mucha ilusión.

Pues debo decir que no comimos mal, pero que Nabucco no es ya ni la sombra de lo que yo recordaba.

 

Pedimos una coliflor rebozada que estaba muy buena -los italianos hacen “lo que sea a la romana” y te mueres de lo rico que está, ya sea cualquier tipo de verdura o de pescado. ¡Que se quiten las tempuras de en medio frente aun buen rebozado romano, sin nada de grasa!: merluza, alcachofas, sesos, gambas, coliflor…).

Luego pedimos una pizza diábola que no estaba mala -¿cuándo una pizza puede estar mala?- pero que tampoco era para tirar cohetes.

Mira que me propongo que en de fogones y hombres no se hable mal de nadie ni de ningún establecimiento hostelero. Sé que es muy difícil trabajar y conseguir ofrecer a los clientes una buena comida y un buen servicio y que un comentario poco afortunado colgado en internet puede hacer más daño de lo que a simple vista pueda parecer. Por supuesto nada más lejos de mi intención. Simplemente, cuando algún restaurante no me gusta, pese a haber preparado fotos y documentación de la comida, no hago el “post” y todos tan  contentos.

Lo que le encontré al restaurante Nabucco fue una falta de imaginación bastante apreciable para  adaptarse a los tiempos que corren. Los restaurantes han ajustado los precios a la baja, entre otras cosas para que la gente pueda plantearse entrar,  pero la oferta del plato del día de Nabuco (brocheta de pollo y ensalada) era de una falta de originalidad que daba pena.

Entres las sugerencias del chef estaban los ya mencionados fritos de coliflor (muy ricos, todo hay que decirlo)  y una minestrone que no tenía mala pinta.

En definitiva, no comimos nada del otro mundo, y eso que la compañía hace mucho y la mía era inmejorable.

Siempre se ha dicho que en épocas de crisis hay que trabajar por tres para ganar la mitad de lo que se ganaba. Es una pena pero es así -o incluso peor la proporción-. En el mundo de la restauración Hay que hacer un esfuerzo de imaginación -y la mayoría lo hacen ya- para intentar sacar chispas a los menús del día y a la comida de tapeo, que es lo que demanda una clientela cada vez con menor  poder adquisitivo.

A ver si Nabucco se pone las pilas porque es todo todo un clásico entre los restaurantes italianos de Madrid y como no espabile le van a comer la tajada.

 

 

 


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